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4.500, Rosa Rodicio

El Valle de Tena es un lugar importante para Rosa Rodicio Heras. Aquí se enamoró, de chiquitita, de la naturaleza que le enseñaba su padre, cuando venían a veranear en el pueblecito de Yésero. Y aquí volverá a sus 53 años, el próximo sábado 1 de septiembre, para afrontar los 43 km y 3.600 m positivos de la 4K. Un recorrido bello y duro a partes iguales, como también lo es su vida. 

“La mía es una historia de superación personal y de lucha. Solo la conoce mi gente más cercana, pero no mucha de la que ahora corre conmigo”, introduce Rosa. 

Todo comenzó en 2010, cuando tenía 40 años, en una jornada de esquí. Al subirse al telesilla se desmayó y a pesar de los intentos por reanimarla no consiguió despertar hasta la noche, cuando ya se encontraba en el hospital. Había perdido el habla.

Yo pensaba que estaba en plenitud de mi vida, tanto profesional como personal, y la vida me lo cambió todo. Me detectaron un tumor cerebral, en la zona del habla. Me operaron con tan mala suerte que al día siguiente tuve una hemorragia cerebral y estuve tres días en coma inducido”. 

“Aunque dicen no te enteras de nada, estuve luchando como una jabata. Era consciente y me enteraba de todo. Yo sabía que no era mi hora, no quería morir, lo que quería era salir de ahí”. 

Al cuarto día lo consiguió, con todo lo que ello significaba. Volver a nacer, empezar de nuevo. Volver a aprender a hablar, a escribir o incluso a andar. Todas las montañas superadas a lo largo de la infancia venían ahora todas juntas

“Nunca me he preguntado por qué me había tenido que pasar a mí, sino que me centré en el aquí y el ahora. Hice todo lo que me dijeron los médicos para la recuperación. Fue muy largo y tuve problemas, pero fui a saco con mucha fuerza de voluntad y no paré hasta que no estuve bien”, añade, agradeciendo también al equipo médico, a sus familiares y a su empresa, que también la apoyó. 

Como no puede ser de otra manera, esta segunda oportunidad le trajo también otra manera de ver la vida, el difícil aprendizaje de que cada momento es importante, de aprovechar el tiempo, de no tener miedo a lo que aparezca por delante

Y el que primero apareció fue el pádel -que le llevaba otra vez a su infancia, en la que jugaba al tenis-, después el gimnasio y finalmente acabó inscrita en una carrera de obstáculos. 

“Antes no lo hubiera hecho, pero ahora me apunto a un bombardeo. Yo, que no había corrido nunca, ni pensaba me gustase, hice la Spartan Race de Barcelona y, aunque los obstáculos no me emocionaron, me lo pasé genial corriendo”.

Así llegó en 2017 el asfalto, con algunas pruebas de 5 km, 10 km y alguna media maratón como la Behobia-San Sebastián. Sin embargo, a esta corredora más resistente que rápida la de los ritmos no le terminaba de convencer y finalmente descubrió la montaña.

“Me apunté a un club y entré en contacto con gente que iba a la montaña Y ahí sí fue cuando me enamoré del trail y me di cuenta de qué era lo que me gustaba realmente. Ojalá lo hubiera descubierto antes”. 

Así, desde 2020 ha ido evolucionando como corredora por montaña, ampliando distancias hasta correr maratones desde el año pasado. 

“Aunque he hecho algunas de 48-50 km, la 4K será la prueba más larga en tiempo y con más desnivel a la que me enfrente. Me acompañará mi pareja, que le quiero convencer para que pruebe la 1K. Correr en el Valle de Tena va a ser muy especial. Mi padre ha fallecido y cuando sea finisher se lo quiero dedicar. Es un pequeño homenaje a una persona que lo ha sido todo para mí, que me enseñó aquí a amar la naturaleza y que, junto a mi madre y hermana, se dejó la piel durante mi enfermedad”.